6/11/11

RACISMO, NO RACISMO




[Todo surgió un día en que vi un programa de Marco Aurelio Denegri en el que preguntaba si el racismo era natural o cultural…]
No sabía bien cómo empezar este post, en parte, porque tenía tantas ideas en la cabeza y estaban (están) tan desordenadas que se me hacía (hace) bastante complicado escribir las primeras líneas; así que vamos por lo más simple, empezar con una pregunta, la misma que le hizo Marco Sifuentes (alias “Ocram”, alias “El Útero”) a Jorge Bruce, la misma que le hice yo a una amiga en la última conversación que tuvimos: ¿eres racista?
Según la RAE, la definición de racismo es la siguiente:
racismo.
1. m. Exacerbación del sentido racial de un grupo étnico, especialmente cuando convive con otro u otros.
2. m. Doctrina antropológica o política basada en este sentimiento y que en ocasiones ha motivado la persecución de un grupo étnico considerado como inferior.
Por lo tanto, según la RAE, el racismo está directamente asociado a un comportamiento violento (no necesariamente físico) hacia un grupo étnico, debido a que se le considera inferior o a que se ha cultivado algún tipo de odio hacia ellos originado -en ocasiones- por una convivencia. Este es mi intento de coloquializar (acabo de inventarme el término) el concepto que nos da la RAE sobre “racismo”, pero aún si queda muy corto, porque esto significa que si yo no persigo a una raza o si no la ofendo directamente no soy racista, y la tía pituca que raja de los cholos cuando está con sus amigas en su playa de Asia dijo “ampay me salvo”. Pero, es cierto, no le podemos pedir mucho a la RAE, no es que le puedan dedicar muchas líneas a todos los temas (¿o sí?).
La cantidad y variedad de preguntas que surgen en este tema es importante, preguntas como ¿qué es realmente el racismo?, ¿existen solo racistas y antirracistas o también hay puntos medios, grises?, ¿qué es una raza, qué es un grupo étnico?, ¿por qué hay racismo?, ¿el racismo es un fenómeno cultural o, como dice Marco Aurelio Denegri, es algo natural? Y como no soy sociólogo, ni antropólogo, ni psicólogo, ni historiador, y he leído poco sobre el tema, mi intento de análisis será algo muy amateur, pero espero, al menos, plantear en quienes lean este post, la posibilidad de ir un poco más allá respecto al tema, y no quedarse solo en posturas reaccionarias. [Y no es que lo reaccionario sea malo en sí mismo, yo mismo reaccioné mal al ver en las redes sociales la cantidad de racismo y antitolerancia que mostraba un significativo grupo de jóvenes ante el porcentaje de votantes que habían sido favorables a Humala, pero ese es otro tema, que ya toqué en otro post].

Las teorías evolutivas y el racismo
Recuerdo que cuando hice en twitter la pregunta “¿el racismo es natural o cultural?”, hubo una chica que me respondió “es animal”; fue su forma pública de mostrar su indignación, motivada en parte por el contexto racista en que vivimos; pero –consciente o no de ello–, esta chica tenía en realidad mucha razón, porque en los animales existe racismo, las especies tienden a alejar de la manada a aquél que es diferente, tienden a segregarlo, y muy posiblemente los seres humanos hemos tenido conductas similares. [Incluso, en el mundo “civilizado” de los griegos –en Esparta, para ser precisos–, se tenían costumbres terribles, como arrojar al vacío a aquellos niños que poseían defectos físicos].
Entonces, si partimos de que el racismo podría ser (es) natural, como dice Marco Aurelio Denegri, entenderemos que en el hombre siempre ha existido cierta predisposición a él. Esta (pre) disposición, teóricamente, debería dejar de tener relevancia con el paso del tiempo, con la supuesta evolución del hombre, con el descubrimiento de la ética, de la moral, de aquello que nos hace humanos, con el proceso mental de poder diferenciar el bien y el mal… Pero el no-racismo, que vemos tan moralmente adecuado, tan políticamente correcto, se ha desmoronado muchas veces en un abrir y cerrar de ojos ante la existencia de eventos determinados, eventos que son disparadores de fenómenos sociológicos, o antropológicos (que sé yo, hay un punto en que no soy capaz de diferenciar ambas ciencias).
Pero ¿cuánto del racismo es natural y cuánto no? A diferencia de Marco Aurelio Denegri, creo que, si bien es cierto, hay un fuerte componente natural en el racismo (el rechazo a lo diferente), también tiene mucho de cultural. Lo curioso de la parte cultural es que se basa en estudios sobre lo natural; por ejemplo, sobre las características biológicas de los hombres y las razas, y cómo ellas tienen incidencia en la evolución del hombre. Teorías (metateorías) evolutivas como el darwinismo social son, a opinión de muchos, causantes del fenómeno racista-antisemita, aunque originalmente Darwin no haya compartido dichas ideas.
El darwinismo social es una metateoría que cree que la evolución social se puede explicar desde la evolución biológica; es decir, aplicar a nivel social las leyes de supervivencia que nos rigen biológicamente (y por extensión, aplicarlo también, por ejemplo, a la economía). El problema de esto, es que, como ya vimos, permite aplicar interpretaciones parciales de esta teoría. Así, pues, es una cuestión hasta de causa-efecto que como consecuencia de esto se considere que hay razas mejores adaptadas que otras (o traducido a lenguaje racista, “razas superiores a otras”).
El problema del concepto “superior”, es que es DEMASIADO amplio. Decir que una raza es superior a otra, implica que una raza tiene derecho a someter a otras, es como considerar que una raza distinta es una especie distinta, una especie inferior. Decir, en cambio, que la raza (o las aptitudes físicas consecuencia de ella), biológicamente hablando, puede determinar mayores capacidades para ciertos aspectos, sí me parece posible.
Por ejemplo, decir que los negros son más hábiles para esto, o los blancos son más hábiles para aquello, es una actitud que asocia directamente raza con capacidad para algo; es, por lo tanto, etimológicamente hablando, una actitud racista. Pero ¿es una actitud negativa, es malo decir, por ejemplo, que los negros tienen más ritmo para bailar que los blancos, o que los blancos tienen mayor capacidad que los negros para crear música clásica (estoy poniendo ejemplos arbitrarios)?
Gran parte del problema con el racismo, es que la discriminación (y violencia) que ha ocasionado, tiene como resultado una sociedad bastante susceptible con el asunto racista, y como consecuencia hay frases y formas de decir las cosas que, terminan siendo eufemismos. Para explicar mi punto pongo el siguiente ejemplo: Supongamos que digo lo siguiente: “la verdad es que a mí no me gustan las chicas negras, las prefiero blanquitas”; ahora leamos una frase parecida: “la verdad es que a mí no me gustan las chicas blancas, las prefiero negritas”; la diferencia en la recepción que tiene la gente para ambas frases es bastante palpable, incluso, en la segunda frase hay mucha mayor posibilidad de que sea secundada, hasta por pose; por el contrario, en la primera, hay más posibilidad de que se tilde a la persona de racista. Pongo otro ejemplo, ¿cuántas veces has oído a la gente decir cosas como “es un tipo alto, blanco”, y cuántas veces dice “es negro”?, esto último casi no se da, sino que se utilizan expresiones como “es negrito”, porque hay implícita una creencia (estúpida) de que al llamar “negro” a alguien, lo estás insultando.
De lo anterior, encuentro tres tipos de racismo negativo:
1)El racismo del blanco contra el no-blanco, que es el que mejor conocemos, el que más condenamos, y el más extendido.
2) El racismo del no-blanco contra sí mismo, que es la auto discriminación, la consideración de que el blanco es superior, por parte de las clases sociales “sometidas” o relegadas, la visión que tiene el niño cholo de que la chiquita blanca es inalcanzable y de que no puede aspirar a ella. Este racismo es mediático, introducido constantemente en la sociedad a manera de estándares de publicidad. Ese racismo hace que un “guachimán” en un centro comercial mire con más recelo a un chico de su propio color que a un chico blanco, a pesar de que ambos se vistan igual y compren exactamente las mismas cosas.
3) El racismo del no-blanco contra el blanco, que es un racismo visto como políticamente correcto, un racismo blando, un racismo progre, un racismo que permite a los históricamente oprimidos tomarse la revancha y tener actitudes racistas contra “los blancos” sin que sea visto como condenable.
Esta demás decir que los tres racismos expuestos aquí, son igualmente condenables, podríamos extendernos mucho hablando de cada uno de ellos pero no alcanzaría con un solo post.
Para continuar con el cuestionamiento hacia nuestros propios patrones de comportamiento, quisiera plantear la siguiente pregunta a manera de reflexión: ¿Cuántas veces has utilizado la palabra “cholo” como sinónimo de chusco o huachafo? “Ese color es bien cholón ¿no?”, “qué cholo te ves con esa ropa”. Debido al lenguaje utilizado por tanta gente, inicialmente para mí también la palabra “cholo” tenía matiz peyorativo, digamos que por una cuestión cultural lo veía así; por ejemplo, en un colegio, en la primaria, puedes percibir la crueldad de los niños en los insultos que profieren seguido, como al decir “negro de mierda” o “cholo conchatumadre”, que son cosas que se vuelven tan comunes que hasta parecen parte natural del lenguaje de todos los niños (tristemente). Recuerdo que cuando leí “Un mundo para Julius” me di cuenta de que la palabra “cholo” podía ser usada de un modo tan lejano al peyorativo que hasta gusto daba, como en la descripción que hacía Bryce de aquella “chola hermosa” de cuerpo voluptuoso que trabajaba en casa de Julius. Nos decimos anti-racistas, y aceptamos gustosos la frase de que “todos somos cholos”, pero contradictoriamente utilizamos la misma palabra para menospreciar nuestra propia identidad.
Creo que acabar con el racismo, en sí mismo, es imposible, porque para ello tendríamos que acabar también con el concepto de raza, ya que la definición de racismo abarca mucho más que el mero hecho de discriminar a las personas, hay cuestiones etimológicas, por ejemplo. Pero el racismo como ideología que coloca a una raza por encima de otra sí es algo contra lo que debemos luchar y debemos tratar de eliminar (quizás nos tome varias generaciones); pero hay que tomar en cuenta que se trata de algo a largo plazo, que requiere un compromiso por parte de mucha gente, que incluye un autoanálisis por parte de cada uno de nosotros y nuestra forma de referirnos a las demás personas, y que requiere una reforma en la educación, con mayores posibilidades de integración social.
Como dije en párrafos anteriores, el racismo que se nos cuela en la vida diaria a través de los medios de comunicación y a través de los patrones de conducta de la mayor parte de la sociedad, implanta en nuestra mente una cultura racista que es difícil de cambiar, pero lo más importante es tener consciencia de lo negativo de esto, tener consciencia de la cantidad de basura que ingresa a nuestra vida a causa de la discriminación, la xenofobia, los sentimientos de superioridad. Para mí, es más importante que una persona sea capaz de reconocer algunas actitudes suyas racistas y trate de luchar contra cualquier esbozo de discriminación originada por ellas, a que otra diga que no es racista y constantemente esté dando muestras de todo lo contrario (discriminación).
[Este post lo escribí más a manera de hilo de foro. Espero sus comentarios, observaciones, presentación de puntos de vista diferentes. Y les dejo los siguientes links por si se quieren informar más sobre las distintas posturas que encontré al respecto. Un agradecimiento especial a mi amiga Fiorela, @viejapituca, por toda la información que me brindó para construir mejor este post]
[]

6/8/11

Reflexiones




- Ok, ¿y ahora de qué hablamos?

- No sé, parece que nos hemos quedado sin tema de conversación ¿verdad?

- Sí, oye creo que es la primera vez que nos quedamos así, sin saber de qué hablar.

- Sí, pues, raro, pero podemos hablar, no sé, por ejemplo, del hecho de que no tengamos nada de qué hablar.

- Oye, claro, me parece que es un tema muy interesante y que siempre podremos hablar de eso.

Recuerdo que esta conversación (o alguna muy parecida) se repetía a menudo entre uno de mis mejores amigos y yo. Resulta, pues, que nuestros temas de conversación nunca se acababan porque había algo muy superior a los temas de conversación en sí, y eran las ganas de conversar. Esto llamado “ganas”, que en esta situación motivaba un simple pasatiempo, podríamos extrapolarlo a otro tipo de actividades, actividades de la vida diaria, o no tan diaria, actividades que pasan a ser arte en algunas ocasiones, que pasan a ser placer en otras, o que son una combinación de ambas. Y es que, con mucha razón, se dice siempre que aquello que más nos gusta, es lo que (por lo general) mejor podremos hacer. La pregunta que podríamos plantear -y que intentaré responderme a mí mismo- es si aquello que hacemos bien (o que hacemos mejor), nos gusta o nos puede llegar a gustar siempre; la pregunta en sí misma es sencilla, lo particular es la respuesta (o respuestas).


(I)

(1)

Y es que además hay actividades-placeres que se relacionan entre sí, y a veces vienen acompañados. Hablemos por ejemplo de cocinar y comer, o de escribir y leer, o de cantar y oír música. Hay un artista y hay alguien que disfruta del arte (porque sí, yo considero -y lo digo públicamente- a los cocineros como artistas, claro, no a todos), y se unen a través de la sensibilidad, de las sensaciones, del placer. Y entonces, a veces, quien disfruta del arte, se vuelve también un poco artista. Y el comensal de pronto recorre los sabores y los escribe, los describe, los dibuja, y transmite esa sensación, y fue artista. Y quien oye música, de pronto te muestra su música, y esta melodía encaja mejor con esta, y después de este acorde (¿qué será eso?) le viene este otro muy bien, y hoy soy artista. Y el lector disfruta más con este autor que con el otro, porque utiliza mejores figuras literarias, o porque le da a sus personajes mayores matices, y “si yo escribiera una novela”… y siempre hay nuevas cosas que descubrir, pero ¿en cuál disfrutas más, y cuál haces mejor?, disfrutas más creando o quizás disfrutas más con las creaciones de otros, y eres un poco como Borges, que se sentía más orgulloso de los libros que había leído, que de los que había escrito.

Se preguntarán quizás a qué se debe que estoy mezclando estos temas, de lo uno con lo otro y lo otro con lo uno (y lo tuyo con lo mío, y cachete con cachete y pechito con pechito y ombligo con ombligo…), y por qué ahora, después de casi cuatro meses sin escribir empiezo a hablar de comida y de música, que de por sí nunca fue un tema de este blog (que es un blog sin temática, así que la explicación está un poco demás); pero resulta que este es un blog sin temática exacta, pero que sí tiene temática (¿ya conseguí confundirlos?), y la temática, pues, somos nosotros mismos, los que escribimos; es decir, este blog, aunque no siempre lo parezca, es el blog más egocentrista del planeta, porque lo creamos para mostrarles a todos que podíamos escribir y que queríamos exponer las cosas que pasamos, pensamos y sentimos y… entonces de pronto nos damos cuenta de que todos los blogs son así, y si nosotros somos egocéntricos, quizás todo lo son y no es tan malo. (¿Y el arte?)

Entonces la conclusión podría ser que todos los que escribimos en este blog somos artistas simplemente porque escribimos, y como es tan fácil ser artista, ya no quiero serlo. Pero no, no lo somos, y no somos artistas porque en realidad no es tan fácil serlo, y antes de esta explicación estábamos dejando de lado algo llamado clasificación de actividades (y de pronto empezamos a sonar técnicos). Es que no todas las actividades las hacemos por disfrutar, algunas las realizamos como simple cumplimiento de una obligación, otras como catarsis, como liberación, y solo algunas (ojalá fueran las más) como expresión artística. Este blog es, entonces, una especie de "expresión artística-liberadora-catártica que en ocasiones se hace nada más por cumplir"… o quizás no; lo importante es que, de vez en cuando, lo disfrutamos, y de vez en cuando nos sentimos artistas… entonces, todo está bien.

¿Y saben que es lo bueno de sentirse artista sin serlo? que nadie espera nada de ti (¿o sí?), que eres más libre, y puedes escribir, pintar, cocinar, transmitir emociones a nadie, dibujar lo que quieras, y de pronto eres un artista y tú eres tu propio público, y a la vez tu propio crítico y tu propio mecenas… . Es eso, porque todos somos artistas… hasta que en un momento, ya no quieres ser artista sin serlo, quieres ser un artista de verdad, y entonces de pronto, dejas de ser artista… o quizás, solo, dejas de sentirte así, o quizás solo fui yo el que empezó a sentirse así y, por tanto, el que dejó de hacerlo…

(2)

Cuando era pequeño, la cuestión de saber qué querías ser cuando fueras grande era bastante sencilla, todos queríamos ser cinco o seis cosas a la vez y nuestros papás nos animaban con un “claro, hijo, puedes ser todas esas cosas que quieres ser, solo es cuestión de organizarse bien”; no importaba si querías ser cosas tan diferentes como zapatero, astronauta, escritor, científico de esos que salen en las películas, policía, investigador privado… pero un día, empezamos a crecer, y el aliento de los padres ya pasa a ser consejo y preocupación por ayudar a su pequeño(a) a elegir mejor.

No recuerdo a qué edad decidí estudiar ingeniería, pero resulta que mi papá es ingeniero, al igual que varios de mis tíos, y en algún momento varios de mis amigos querían serlo. Eso, sumado a que yo era relativamente bueno en matemáticas, hacía que la elección por la carrera de ingeniería se viera como una cuestión casi completamente natural, y los cuentitos que solía escribir a los seis años, y los poemas que escribía en secundaria para las chica que me gustaba... “los puedes seguir escribiendo, hijo, puede ser tu hobby”; de modo que todo parecía tener sentido.

Fue en la universidad que volví a escribir, esta vez se trataba de canciones, y la razón por la que empecé escribirlas era la misma que nos suele inspirar a todos a esas edades atolondradas, eso a lo que nos gusta llamarle amor, y que de no ser correspondido “es más puro y más lindo todavía”, ese pensamiento apurado e imprevisto que nos cojudea y nos cachetea. Recuerdo claramente esa primera canción, que parecía un conjunto de lamentos y pesadillas escritas tras algún intento de suicidio fallido; recuerdo también cuando le mostré la letra de esa canción a un amigo, quien casi no opinó sobre la letra (porque es mi amigo y no se quiso burlar) y me dijo “algún día deberías cantársela” (nunca lo hice). Esa fue la primera de un conjunto de más de diez canciones, cada una un poquito menos mala que la anterior, que ahora al leer se me hacen muy graciosas (tristes).

Fue también en la universidad que conocí a la mejor profesora de letras que he tenido, una chica española que ni siquiera era exactamente una profesora de literatura (era periodista), pero de quien aprendí casi todo lo que nos enseñó, no sé si con ella descubrí que me gustaban las letras, o si fue que como ella me gustaba (nos gustaba a todos, era bonita, de piel clara, ojos verdes, pelo ensortijado y tetas grandes… en la parte de atrás le faltaba bastante, era... digamos... cóncava), las letras me terminaron gustando (y quizás en realidad no era tan buena profesora), en fin.

Al terminar la universidad seguí escribiendo mis canciones, siempre medio en secreto. Más tarde, junto a unos amigos abrimos este blog para contar las cosas que nos pasaban, en tono gracioso según nosotros, como para que la gente se identifique con las historias y se ría de sí misma, como nosotros lo hacíamos; y en este blog posteé unas tres o cuatro canciones que pasaron sin pena ni gloria, por lo que decidí que debía abrir un blog aparte para aquellas personas que sí quisieran leer mis canciones (que éramos solo mi hermano pequeño y yo, o al menos eso me hizo creer). De este modo transcurrieron más o menos dos o tres años.


(3)

Hace medio año me di cuenta de que me gustaban las letras… ¿cómo, no te habías dado cuenta ya desde la universidad cuando te enamoraste de tu profesora, o desde el colegio cuando escribías poemitas cursis?, además, ¿no es un poco tarde para que te “empiece a gustar algo”? Voy a tratar de diferenciar ese gusto simple que uno siente (o cree sentir) en cualquier momento de su vida (en mi caso en el colegio y la universidad) por algo como una canción, que te hace tamborilearla, o el gusto por haber leído tal libro que habla de aquello que uno está viviendo, o el gusto por ir a ver una película al cine, sí, todos esos gustos que puedes dejar de lado en algún momento cuando sientes que debes hacerlo por ocuparte de cosas “más importantes”, sí, hay que diferenciar un poco esos gustos del que ahora tengo, y no digo que actualmente no postergue muchas veces lo que quiero hacer por lo que “debo hacer”, pero la diferencia radica –creo- en que jamás podría considerar que esas otras actividades son más importantes que estas (“esas” son las obligatorias, “estas” son las que me gustan).

Que lleguen las dudas existenciales/vocacionales a los veinticuatro años de edad no es la mejor de las experiencias, porque tienes amigos que te han hablado bien sobre tu forma de escribir, pero tienes también a quienes te han dicho que “o sea escribes bien pero no como para dedicarte a eso, pues”. Y también tienes esas dudas sobre si serías feliz dedicándote a eso, y el clásico floro de los Optimistoides Lifestyle Social Club que te dicen que uno es feliz porque quiere ser feliz y por lo tanto debes ser feliz aquí y ahora y… ¿entonces para qué decidimos si…? Y además de todo… tienes veinticuatro años, por si no lo recuerdas.

[Al final no sé si uno se deba dedicar a tal o cual cosa, es más, no sé qué es exactamente dedicarse a algo… ¿significa ganar dinero por ello?, como por ejemplo cuando alguien dice “tú solo te dedicas a criticar al resto”, ¿significa que le pagan por criticar? y yo que pensé que me dedicaba a perder el tiempo… entonces debieron pagarme por ello]

Aquí y ahora pasa lo siguiente (o lo anterior, porque ya lo conté líneas atrás), que no todos tenemos el trabajo soñado, y no todos nos dedicamos a aquello que “nos apasiona”, pero eso no quiere decir que tengamos que dejar aquello que nos apasione, y hay formas de buscar equilibrios (quiero pensar que es así), no porque no se hayan cumplido algunos sueños hay que dejar de soñar, así como no porque el mundo no sea como imaginábamos que sería debemos dejar de imaginar, así como no porque una persona te haya decepcionado debes dejar de creer en todas.

(II)

(1)

Él quería estudiar filosofía pero estudió números, y leer lo era todo para sí, siempre lo fue, y viajaba siempre con un libro. Ella sonreía leyendo a su autor preferido y siempre quería más y más cultura, más libros, más música. Él estudiaba derecho y quería saber un poco de todo, algo de gastronomía, de lengua, de poesía. Ella gozaba con los poemas de tantos autores, y tenía su horario preferido para leerlos, horario que variaba en verano. Él sabía de música, de cine, de literatura, y siempre te recomendaba algo. Ella escribía sobre comida, sobre sabores, olores y colores, de una forma tan apasionada que tus ojos y tu paladar podían volverse un solo sentido al leerla. Él se dedicó a los números, y también gustaba de las letras, y se cuestionaba sobre la vida y le gustaba filosofar… y quería encontrar gente como él. Ella hacía lo que quería, amaba el cine y vivía por y para él, y sabía que al final de todo siempre acabaría sonriendo.

Él un día los encontró a todos, y notó que se parecían, pero eran tan distintos entre sí; y todos eran tan imperfectos como él, y ninguno era completamente feliz, porque al final eso no tenía sentido, porque si ya lo tienes todo entonces ¿qué vas a buscar?, sería como quedarse frente a la pantalla por siempre cuando la película ya terminó, en vez de comprar una entrada para la siguiente. Cada uno tenía una historia que contar, cada uno tenía mucho que enseñarle y mucho que aprender de él…

(2)

Despertó de su sueño y se dio un baño. Se puso los audífonos y salió a caminar mientras torpemente intentaba encender un cigarro de esos que no sabía fumar. Cuando regresó a casa supo lo que tenía que hacer: dejar de preocuparse.

11/4/11

Sobre el diez de abril

Siempre evité escribir sobre política en este blog. Hoy siento que no escribo sobre cuestiones políticas, sino sobre cuestiones sociales. Si no les gusta, lo siento, pero tenía que expresarlo en algún lado.

Este domingo tuvieron lugar las elecciones en nuestro país. Lo que al principio parecía una pesadilla fácilmente evitable sobre una segunda vuelta entre dos candidatos, catalogados como enfermedades por uno de los señores más respetables del país (y premio nobel), se fue haciendo con el pasar de los días una realidad cada vez más palpable. Y llegado el día, como pudimos ver, es casi innegable el paso a segunda vuelta de los dos candidatos en cuestión.

Al conocer los resultados sentí, creo que como todos, indignación, que cómo era posible que hayamos elegido a esos dos, que dónde tenemos la cabeza, que nunca aprendemos, que tenemos lo que nos merecemos. Pero luego, como algunos otros, me di cuenta de que lo último que podía hacer era juzgar a quienes habían votado distinto a mí, porque, cuando un voto no nos parece inteligente, no significa que sea un voto “idiota”, sino que debemos tomar en cuenta muchos otros factores, y de esto ya se habló bastante en las redes sociales, del voto de los ignorados y no de los ignorantes, del “qué estamos haciendo mal” (como el video que publicó buda de nieve), pero aún así hay quienes siguen teniendo comentarios viscerales contra aquellos que piensan distinto de ellos.

Cuando se conocieron los resultados de las elecciones reaccionamos mal, y me incluyo, hago mea culpa de esto. Lo más triste fue ver que no sólo había insultos hacia “los ignorantes”, sino insultos entre los propios “demócratas”, “chakanos de mierda” y “ppkids idiotas”, y algunos otros adjetivos que no vale la pena citar. Percibí un racismo que realmente me hizo sentir que esas cifras de crecimiento económico no nos han hecho avanzar para nada en crecimiento personal, seguimos siendo los blancos contra cholos y los cholos contra blancos, sólo que esto no se expresa públicamente en el día a día, sino en momentos como este, en el que aflora todo, todo el desprecio porque tú no votas igual que yo y por eso eres idiota.

Que hubo votos a favor de Humala por puro resentimiento nadie lo niega, pero también hubo votos de esperanza, aunque suene irónico. Votos de esperanza de mucha gente que durante décadas se han visto pasando de situaciones malas a situaciones peores, votos de gente que veían en Humala la esperanza de conseguir la igualdad entre todos. No, no todos los votantes por Humala fueron ignorantes y resentidos sociales como muchos creen, algunos escucharon cosas como “quitar la exoneración de pagos de impuestos de las grandes empresas”, o “anular el sueldo vitalicio de los presidentes”, le creyeron.

Que hubo votos a favor de Keiko que parecen completamente inconscientes de la dictadura de su padre y de las violaciones de derechos humanos que se cometieron, es cierto, pero también hubo votos agradecidos. Agradecidos de sus programas sociales, porque les ayudaron a calmar su hambre momentáneamente, y agradecidos de sus políticas anti-terroristas; gente que probablemente sufrió mucho, gente que quizás no sabe que del otro lado se sufrió igual, por los abusos de aquel gobierno.

Y de los votos por PPK, Toledo y Castañeda podríamos hablar horas, porque mutuamente se han (nos hemos) echado la culpa por esta situación, porque quienes en un momento reclamaron voto de consciencia, en otro reclamaron votos estratégicos, porque los candidatos se mostraron preocupados por la situación pero ninguno estaba dispuesto a deponer su candidatura, porque los posibles escenarios de una segunda vuelta eran muy variables, porque las encuestas daban márgenes de diferencia muy pequeños, porque mucha gente pasaba por alto el voto rural y el voto “extranjero”, porque con tres días antes de las elecciones hacer que tanta gente se pusiera de acuerdo fue algo que no conseguimos. De Toledo se decía que debía declinar por su tendencia a la baja, de PPK se decía que no había forma de que le ganara a Ollanta en segunda vuelta, de Castañeda creo que ya todos sabemos qué se decía.

Dije que lo de “me voy del país si gana Ollanta o Keiko” me parecía una completa cojudez y una cobardía y lo sostengo. Y sí, la gran mayoría de quienes dijeron esto habían dado a notar su simpatía por PPK; espero, sin embargo, que me callen la boca, y que no haya sido más que parte de la reacción del momento, lo peor que le puedes hacer a tu país es abandonarlo en momentos como este. Digo además, el día de hoy, que lo de pedir que la ONPE o que el APRA, “meta mano” para cambiar los resultados de las elecciones, me parece una posición completamente convenida, en la que demostramos que la democracia que queremos salvar no nos importa si es que no satisface nuestras expectativas, sacrificar la democracia para salvar la democracia es una posición completamente insostenible porque caemos en lo mismo que aquello que criticamos.

Todos creemos que las posibilidades de que se instaure una dictadura son grandes. Habrá que estar alertas, y si la democracia peligra habrá que salir a protestar. Pero también hay que esperar, no apresurarse, existe un mínimo de posibilidades de que el gobierno que entre no sea una dictadura, y en este mínimo quiero creer, aunque sé que siempre me han visto como un pesimista, quiero pensar que la protesta del pueblo, el grito del pueblo, ha sido escuchado, y que el gobierno de turno entrará con más miedo del pueblo que el miedo que el pueblo le tiene a él, que quizás no sea lo que todos queríamos, pero que ya les hemos dicho a los gobernantes que los estamos vigilando. Y si al final todo resulta como nos tememos, nos tendremos que poner las pilas y hacer algo, pero quiero pensar en que si hay alguna posibilidad de que las cosas no salgan tan mal, esta se concrete.

21/3/11

Día de la Poesía

Por lo general no publico poesías... pero como hoy es su día, pensé en escribir una y postearla. Hace mucho que no lo hacía así que estoy un poco oxidado, por lo tanto espero que me disculpen si no les gusta:


POESÍA


Transfórmate en canción y canta un poco más cerca

disfrázate de mito impensable y de realidad

búscame un espacio cerca de tu cintura

y léeme y escríbeme, y piérdeme y piérdete.


No me digas lo que piensas, sino lo que sueñas

no busques comprensión, sino sentimiento,

y deja que mis dedos dibujen tu encanto,

y espérame en la noche con los brazos abiertos.


Poesía compañera, disfraz de sonrisas y abrazos,

poesía mujer, disfraz de soledad y de ternura,

poesía madre, disfraz de lágrimas y amor,

poesía corrupta, poesía viva, poesía pura.


¿Qué es aquello que buscas en quienes te buscan?

¿son tus labios palabras impronunciables?

y tus manos, ¿se escribieron a sí mismas?

y tus piernas, ¿son versos imprudentes?


Poesía de fin de semana, de fin de verano,

hace mucho estamos juntos y no estamos,

no te espero, pero sigo esperándote,

no te creo, pero sigo escribiéndote.


Poesía de lunes de lluvia, de martes de otoño,

de recuerdos sin estrellas y de noches sin nostalgias,

de ríos sin piedras y de fuego en los brazos,

hazme saber que hoy también estás aquí,

que hoy también caminarás conmigo,

y que me dejarás ver tus pies descalzos

y que a la media noche te despedirás de mí

con tres adioses y un beso en los labios.

20/2/11

Hola, soy un árbol

Antes de que lean este post debo aclarar que no se trata de uno ecológico. Además, para evitar especulaciones sobre plagios diré que este post está inspirado en tres cosas:

1. El libro "me llamo rojo" que leí hace poco, recomendado por mi amigo Diego Z (Asmodeus).

2. El pequeño libro que leí hace una semana sobre la teoría de la reencarnación de la religión krishna.

3. Inspiración propia (si le podemos llamar así).


SOY UN ÁRBOL

Hola, soy un árbol.

No es normal que los árboles nos sentemos a escribir sobre las cosas que nos pasan, sobre lo que sentimos o lo que pensamos, pero tampoco es normal que los árboles sintamos o pensemos, ¿verdad?, eso han de estar pensando todos ustedes. Para serles francos, yo también estoy algo extrañado, es que no es normal, yo mismo me sorprendí cuando me di cuenta de que sentía, pensaba, y a veces hasta creía que me hacían falta algunas partes para completarme y ser alguien, para poder saber exactamente qué era lo que me pasaba. En realidad no sabía cómo funcionaban las cosas en el mundo, hasta que empecé a verlo en los demás.

Una vez vi a un hombre acercarse a mí, y recostarse sobre mi tronco, tenía un libro (ahora sé que así se llaman) que estaba leyendo plácidamente, parecía que le reconfortaba recostarse sobre mí, leía con mucha alegría, no sé por qué pero yo lo sabía, sabía que él estaba feliz leyendo aquel libro, y yo era feliz dejándolo leer sobre mí, porque empezó a llegar muy seguido, casi siempre sobre la misma hora, y yo aprendí a leer con él. Leímos sobre un tal principito que veía el mundo de una forma distinta de los adultos, leímos sobre un tal Dante que recorría algo llamado “círculos del infierno”, leímos sobre un tal Ulises que atravesaba muchos peligros para regresar a su tierra. Leímos mucho durante el tiempo que él se pasaba conmigo, a veces me llamaba “amigo árbol”, y me conversaba, y poco a poco fui entendiendo el significado de esas palabras, y fui sintiéndolo así: “mi amigo”.

Un día mi amigo llegó un poco extraño, sus ojos tenían un color distinto, como rojizo, y estaban algo húmedos, como si se hubiera enjuagado recién, pero brillaban de un modo raro, y parecía que la humedad provenía de ellos. Entonces se sentó en el piso, como siempre, y se recostó sobre mí, pero ya no leía, no podía leer, lo sé porque yo tampoco podía hacerlo, y entonces se pasaba todo el rato haciendo sonidos raros, y mencionando un nombre de mujer, y luego se quedó dormido, profundamente dormido. Cuando despertó, sus ojos ya no estaban húmedos, pero su expresión seguía siendo la misma, parecía que ya no era mi amigo, el que todos los días llegaba a leer junto a mí. Se alejó caminando lentamente, mirando hacia abajo, como quien no quiere ver por dónde va, y así se fue mi amigo ese día, y no volvió a aparecer por el bosque de nuevo, y yo sentí algo extraño, como si quisiera que mi amigo regresara, algo que me hacía sentir mal, algo que fastidiaba, que dolía; no era como al principio, que me sentía bien porque sabía que volvería al día siguiente, esta vez sabía que no volvería, me sentía…triste.

Ese día supe que yo era diferente a los demás árboles, supe que yo pensaba en otras cosas, incluso tuve mis dudas sobre si de verdad ellos pensaban; los veía muy pendientes del sol, trataban de que ninguna de sus hojas quede sin exponerse al él, y yo no entendía por qué; siempre los veía tan serios, tan poco interesados en lo que podía haber en algún otro lado, en lo que podrían encontrar; en cambio yo quería salir, quería saber qué se escondía después del bosque, quizás más libros, quizás más amigos, o quizás podría descubrir por qué se fue mi amigo aquél día, a dónde, y por qué se sentía de esa forma, por qué se sentía...triste, por qué repetía el mismo nombre tantas veces. Ese día descubrí que yo era un árbol, pero que quizás no sólo era un árbol, quizás antes había sido algo distinto, un humano, como mi amigo, un humano que leía, y cantaba, y botaba ese líquido por los ojos cuando se sentía triste, un humano que lloraba, quizás tenía una historia que había querido olvidar y quizás por eso me había convertido en un árbol. Pero aunque fuera un árbol, aunque hubiera pasado la mayor parte de mi vida allí, en el mismo lugar siempre, nunca dejé de ser humano, nunca dejé de pensar en todo lo que quería ver, lo que quería conocer, lo que quería aprender, y nunca lo había sabido, hasta ese momento; pero, aún era un árbol, y era difícil dejar de serlo, y mi único amigo se había ido.

Pasé muchos días y muchas noches pensando en lo mismo, en cuánto quería ver y conocer, pasé mucho tiempo así, pero nunca supe cuánto, sólo sé que estaba allí, en la nada, esperando que algún día las cosas cambiaran, pero nada ocurría, todo era lo mismo cada día, ni siquiera tenía conciencia de cuándo era de día y cuándo era de noche, la luz del sol y la de la luna se me confundían, todos los árboles sabían cuándo era de día, amaban el sol y por eso amaban el día, yo solo amaba la esperanza de un día ver otros soles y otras lunas.

Entonces, un día alguien llegó. Era una joven de manos pequeñas, de mirada tierna y de amplia sonrisa, una sonrisa como jamás vi en mi amigo. Ella llegó cantando y bailando, y parecía como si todo el mundo se paralizara en esos instantes, y todos los árboles nos quedamos mirándola, porque era hermosa y era feliz, y nos traía felicidad a todos, y nos hablaba a todos como si entendiéramos cada palabra que decía. Entonces ella se quedó mirándome y sonriendo, parecía que sabía que yo era humano, se acercó y luego se agachó y recogió algo que había en el suelo…era un libro, sí, un libro, el mismo que había leído junto a mi amigo tanto tiempo, y todo este tiempo que había pasado, el libro había estado allí, y yo no lo había visto. Ella lo tomó y empezó a revisar las páginas, con una gracia y un cuidado únicos, iba revisando página por página, recostada sobre mí, y empezó a leer aquél último libro que yo había leído con mi amigo, lo volvimos a leer juntos, cada tarde, porque ella no tenía otros, pero cada vez que lo leía, el libro parecía diferente, parecía contar otra historia.

Ella llegaba todas las tardes, a cantar y a leer, y por las noches y por las mañanas yo solo esperaba volver a verla, ya no pensaba tanto en irme del bosque, en encontrar otros soles y otras lunas, esperaba que ella llegara. A veces ella me abrazaba mientras sonreía, y yo era feliz; yo también quería abrazarla, pero mis brazos no conseguían rodearla, se quedaban inmóviles, mirando hacia el sol, con sus hojas tan verdes, moviéndose al compás del viento. Y mis piernas, tan estáticas no me dejaban seguirla cuando se iba, como no pude seguir a mi amigo, el lector. Yo esperaba cada día de la misma forma, y ella siempre llegaba, y yo estaba seguro de que llegaría el día siguiente, y me volví un árbol hermoso, con una gran copa, frondosa y verde, mucho más hermoso que todos los demás árboles tontos, que solo pensaban en seguir allí, y que solo se acordaban de ella cuando la veían, tontos.

Ese día su abrazo fue más fuerte que de costumbre, duró más tiempo. Yo, sin saber por qué, me sentía intranquilo, fue un abrazo hermoso pero me hizo tener miedo, ese día conocí ese sentimiento, tenía miedo de lo que podría pasar, de lo que podría significar el abrazo que me daba. Ella me quedó mirando y su sonrisa se partió; entonces, dejó el libro a mis pies, como cuando lo encontró, y se despidió: “Adiós arbolito, ojalá algún día nos volvamos a ver”. Se fue, así como había llegado, de un momento a otro. Ese día entendí cómo se había sentido mi amigo, lo supe, porque quería tener ojos para poder llorar, no quería estar unido al piso para así poder recostarme y quedarme dormido, quería gritar el nombre de ella, como mi amigo había gritado aquella vez, pero no podía, y seguí allí de pie como siempre, como he estado cada día desde que lo recuerdo.

Ahora lo sé, yo la conocí antes, cuando era humano; no era ella, pero era ella, así como antes yo no era yo. La conocí en esa época, hace quién sabe cuántas décadas, siglos o milenios, sé que era ella. La conocí y me enamoré de ella, igual que ahora, y la seguía para verla jugar en los bosques y saltar de un lado a otro. Igual que ahora, también en ese entonces ella se pasaba los días abrazando los árboles... lo que habría dado yo en esos momentos por ser un árbol y recibir uno de esos abrazos. Yo estaba enfermo en esos días, sabía que no me quedaba mucho tiempo de vida, y en esos últimos instantes deseé ser un árbol, uno que sea abrazado siempre por ella. Ese es el último recuerdo que me queda de mi vida humana, una vida que no sé si extraño, porque hay cosas que aún no sé si siento.

No sé si pasaré lo que me queda de vida como un árbol. Es posible que alguien llegue a talarme y me transformen en un mueble que ella algún día toque, o quizás no, quién sabe, quién sabe si moriré de viejo, o quién sabe si pronto despertaré y seré un humano nuevamente, un humano que vaya al bosque a leer un libro y de vez en cuando lloré por alguna ella, pero que no quiera volver a ser un árbol.