6/8/11

Reflexiones




- Ok, ¿y ahora de qué hablamos?

- No sé, parece que nos hemos quedado sin tema de conversación ¿verdad?

- Sí, oye creo que es la primera vez que nos quedamos así, sin saber de qué hablar.

- Sí, pues, raro, pero podemos hablar, no sé, por ejemplo, del hecho de que no tengamos nada de qué hablar.

- Oye, claro, me parece que es un tema muy interesante y que siempre podremos hablar de eso.

Recuerdo que esta conversación (o alguna muy parecida) se repetía a menudo entre uno de mis mejores amigos y yo. Resulta, pues, que nuestros temas de conversación nunca se acababan porque había algo muy superior a los temas de conversación en sí, y eran las ganas de conversar. Esto llamado “ganas”, que en esta situación motivaba un simple pasatiempo, podríamos extrapolarlo a otro tipo de actividades, actividades de la vida diaria, o no tan diaria, actividades que pasan a ser arte en algunas ocasiones, que pasan a ser placer en otras, o que son una combinación de ambas. Y es que, con mucha razón, se dice siempre que aquello que más nos gusta, es lo que (por lo general) mejor podremos hacer. La pregunta que podríamos plantear -y que intentaré responderme a mí mismo- es si aquello que hacemos bien (o que hacemos mejor), nos gusta o nos puede llegar a gustar siempre; la pregunta en sí misma es sencilla, lo particular es la respuesta (o respuestas).


(I)

(1)

Y es que además hay actividades-placeres que se relacionan entre sí, y a veces vienen acompañados. Hablemos por ejemplo de cocinar y comer, o de escribir y leer, o de cantar y oír música. Hay un artista y hay alguien que disfruta del arte (porque sí, yo considero -y lo digo públicamente- a los cocineros como artistas, claro, no a todos), y se unen a través de la sensibilidad, de las sensaciones, del placer. Y entonces, a veces, quien disfruta del arte, se vuelve también un poco artista. Y el comensal de pronto recorre los sabores y los escribe, los describe, los dibuja, y transmite esa sensación, y fue artista. Y quien oye música, de pronto te muestra su música, y esta melodía encaja mejor con esta, y después de este acorde (¿qué será eso?) le viene este otro muy bien, y hoy soy artista. Y el lector disfruta más con este autor que con el otro, porque utiliza mejores figuras literarias, o porque le da a sus personajes mayores matices, y “si yo escribiera una novela”… y siempre hay nuevas cosas que descubrir, pero ¿en cuál disfrutas más, y cuál haces mejor?, disfrutas más creando o quizás disfrutas más con las creaciones de otros, y eres un poco como Borges, que se sentía más orgulloso de los libros que había leído, que de los que había escrito.

Se preguntarán quizás a qué se debe que estoy mezclando estos temas, de lo uno con lo otro y lo otro con lo uno (y lo tuyo con lo mío, y cachete con cachete y pechito con pechito y ombligo con ombligo…), y por qué ahora, después de casi cuatro meses sin escribir empiezo a hablar de comida y de música, que de por sí nunca fue un tema de este blog (que es un blog sin temática, así que la explicación está un poco demás); pero resulta que este es un blog sin temática exacta, pero que sí tiene temática (¿ya conseguí confundirlos?), y la temática, pues, somos nosotros mismos, los que escribimos; es decir, este blog, aunque no siempre lo parezca, es el blog más egocentrista del planeta, porque lo creamos para mostrarles a todos que podíamos escribir y que queríamos exponer las cosas que pasamos, pensamos y sentimos y… entonces de pronto nos damos cuenta de que todos los blogs son así, y si nosotros somos egocéntricos, quizás todo lo son y no es tan malo. (¿Y el arte?)

Entonces la conclusión podría ser que todos los que escribimos en este blog somos artistas simplemente porque escribimos, y como es tan fácil ser artista, ya no quiero serlo. Pero no, no lo somos, y no somos artistas porque en realidad no es tan fácil serlo, y antes de esta explicación estábamos dejando de lado algo llamado clasificación de actividades (y de pronto empezamos a sonar técnicos). Es que no todas las actividades las hacemos por disfrutar, algunas las realizamos como simple cumplimiento de una obligación, otras como catarsis, como liberación, y solo algunas (ojalá fueran las más) como expresión artística. Este blog es, entonces, una especie de "expresión artística-liberadora-catártica que en ocasiones se hace nada más por cumplir"… o quizás no; lo importante es que, de vez en cuando, lo disfrutamos, y de vez en cuando nos sentimos artistas… entonces, todo está bien.

¿Y saben que es lo bueno de sentirse artista sin serlo? que nadie espera nada de ti (¿o sí?), que eres más libre, y puedes escribir, pintar, cocinar, transmitir emociones a nadie, dibujar lo que quieras, y de pronto eres un artista y tú eres tu propio público, y a la vez tu propio crítico y tu propio mecenas… . Es eso, porque todos somos artistas… hasta que en un momento, ya no quieres ser artista sin serlo, quieres ser un artista de verdad, y entonces de pronto, dejas de ser artista… o quizás, solo, dejas de sentirte así, o quizás solo fui yo el que empezó a sentirse así y, por tanto, el que dejó de hacerlo…

(2)

Cuando era pequeño, la cuestión de saber qué querías ser cuando fueras grande era bastante sencilla, todos queríamos ser cinco o seis cosas a la vez y nuestros papás nos animaban con un “claro, hijo, puedes ser todas esas cosas que quieres ser, solo es cuestión de organizarse bien”; no importaba si querías ser cosas tan diferentes como zapatero, astronauta, escritor, científico de esos que salen en las películas, policía, investigador privado… pero un día, empezamos a crecer, y el aliento de los padres ya pasa a ser consejo y preocupación por ayudar a su pequeño(a) a elegir mejor.

No recuerdo a qué edad decidí estudiar ingeniería, pero resulta que mi papá es ingeniero, al igual que varios de mis tíos, y en algún momento varios de mis amigos querían serlo. Eso, sumado a que yo era relativamente bueno en matemáticas, hacía que la elección por la carrera de ingeniería se viera como una cuestión casi completamente natural, y los cuentitos que solía escribir a los seis años, y los poemas que escribía en secundaria para las chica que me gustaba... “los puedes seguir escribiendo, hijo, puede ser tu hobby”; de modo que todo parecía tener sentido.

Fue en la universidad que volví a escribir, esta vez se trataba de canciones, y la razón por la que empecé escribirlas era la misma que nos suele inspirar a todos a esas edades atolondradas, eso a lo que nos gusta llamarle amor, y que de no ser correspondido “es más puro y más lindo todavía”, ese pensamiento apurado e imprevisto que nos cojudea y nos cachetea. Recuerdo claramente esa primera canción, que parecía un conjunto de lamentos y pesadillas escritas tras algún intento de suicidio fallido; recuerdo también cuando le mostré la letra de esa canción a un amigo, quien casi no opinó sobre la letra (porque es mi amigo y no se quiso burlar) y me dijo “algún día deberías cantársela” (nunca lo hice). Esa fue la primera de un conjunto de más de diez canciones, cada una un poquito menos mala que la anterior, que ahora al leer se me hacen muy graciosas (tristes).

Fue también en la universidad que conocí a la mejor profesora de letras que he tenido, una chica española que ni siquiera era exactamente una profesora de literatura (era periodista), pero de quien aprendí casi todo lo que nos enseñó, no sé si con ella descubrí que me gustaban las letras, o si fue que como ella me gustaba (nos gustaba a todos, era bonita, de piel clara, ojos verdes, pelo ensortijado y tetas grandes… en la parte de atrás le faltaba bastante, era... digamos... cóncava), las letras me terminaron gustando (y quizás en realidad no era tan buena profesora), en fin.

Al terminar la universidad seguí escribiendo mis canciones, siempre medio en secreto. Más tarde, junto a unos amigos abrimos este blog para contar las cosas que nos pasaban, en tono gracioso según nosotros, como para que la gente se identifique con las historias y se ría de sí misma, como nosotros lo hacíamos; y en este blog posteé unas tres o cuatro canciones que pasaron sin pena ni gloria, por lo que decidí que debía abrir un blog aparte para aquellas personas que sí quisieran leer mis canciones (que éramos solo mi hermano pequeño y yo, o al menos eso me hizo creer). De este modo transcurrieron más o menos dos o tres años.


(3)

Hace medio año me di cuenta de que me gustaban las letras… ¿cómo, no te habías dado cuenta ya desde la universidad cuando te enamoraste de tu profesora, o desde el colegio cuando escribías poemitas cursis?, además, ¿no es un poco tarde para que te “empiece a gustar algo”? Voy a tratar de diferenciar ese gusto simple que uno siente (o cree sentir) en cualquier momento de su vida (en mi caso en el colegio y la universidad) por algo como una canción, que te hace tamborilearla, o el gusto por haber leído tal libro que habla de aquello que uno está viviendo, o el gusto por ir a ver una película al cine, sí, todos esos gustos que puedes dejar de lado en algún momento cuando sientes que debes hacerlo por ocuparte de cosas “más importantes”, sí, hay que diferenciar un poco esos gustos del que ahora tengo, y no digo que actualmente no postergue muchas veces lo que quiero hacer por lo que “debo hacer”, pero la diferencia radica –creo- en que jamás podría considerar que esas otras actividades son más importantes que estas (“esas” son las obligatorias, “estas” son las que me gustan).

Que lleguen las dudas existenciales/vocacionales a los veinticuatro años de edad no es la mejor de las experiencias, porque tienes amigos que te han hablado bien sobre tu forma de escribir, pero tienes también a quienes te han dicho que “o sea escribes bien pero no como para dedicarte a eso, pues”. Y también tienes esas dudas sobre si serías feliz dedicándote a eso, y el clásico floro de los Optimistoides Lifestyle Social Club que te dicen que uno es feliz porque quiere ser feliz y por lo tanto debes ser feliz aquí y ahora y… ¿entonces para qué decidimos si…? Y además de todo… tienes veinticuatro años, por si no lo recuerdas.

[Al final no sé si uno se deba dedicar a tal o cual cosa, es más, no sé qué es exactamente dedicarse a algo… ¿significa ganar dinero por ello?, como por ejemplo cuando alguien dice “tú solo te dedicas a criticar al resto”, ¿significa que le pagan por criticar? y yo que pensé que me dedicaba a perder el tiempo… entonces debieron pagarme por ello]

Aquí y ahora pasa lo siguiente (o lo anterior, porque ya lo conté líneas atrás), que no todos tenemos el trabajo soñado, y no todos nos dedicamos a aquello que “nos apasiona”, pero eso no quiere decir que tengamos que dejar aquello que nos apasione, y hay formas de buscar equilibrios (quiero pensar que es así), no porque no se hayan cumplido algunos sueños hay que dejar de soñar, así como no porque el mundo no sea como imaginábamos que sería debemos dejar de imaginar, así como no porque una persona te haya decepcionado debes dejar de creer en todas.

(II)

(1)

Él quería estudiar filosofía pero estudió números, y leer lo era todo para sí, siempre lo fue, y viajaba siempre con un libro. Ella sonreía leyendo a su autor preferido y siempre quería más y más cultura, más libros, más música. Él estudiaba derecho y quería saber un poco de todo, algo de gastronomía, de lengua, de poesía. Ella gozaba con los poemas de tantos autores, y tenía su horario preferido para leerlos, horario que variaba en verano. Él sabía de música, de cine, de literatura, y siempre te recomendaba algo. Ella escribía sobre comida, sobre sabores, olores y colores, de una forma tan apasionada que tus ojos y tu paladar podían volverse un solo sentido al leerla. Él se dedicó a los números, y también gustaba de las letras, y se cuestionaba sobre la vida y le gustaba filosofar… y quería encontrar gente como él. Ella hacía lo que quería, amaba el cine y vivía por y para él, y sabía que al final de todo siempre acabaría sonriendo.

Él un día los encontró a todos, y notó que se parecían, pero eran tan distintos entre sí; y todos eran tan imperfectos como él, y ninguno era completamente feliz, porque al final eso no tenía sentido, porque si ya lo tienes todo entonces ¿qué vas a buscar?, sería como quedarse frente a la pantalla por siempre cuando la película ya terminó, en vez de comprar una entrada para la siguiente. Cada uno tenía una historia que contar, cada uno tenía mucho que enseñarle y mucho que aprender de él…

(2)

Despertó de su sueño y se dio un baño. Se puso los audífonos y salió a caminar mientras torpemente intentaba encender un cigarro de esos que no sabía fumar. Cuando regresó a casa supo lo que tenía que hacer: dejar de preocuparse.