
Es difícil cambiar la forma en la que uno ve las cosas, es difícil pensar que la gente nunca fue como uno pensaba que era, que todo lo que alguna vez escuchamos nunca fue dicho realmente, que nuestros oídos fueron tomados prestados simplemente porque alguien los necesitaba en ese momento, que nuestras palabras fueron dichas porque alguien las quería oir entonces y nada más, que nuestras manos dieron calor porque alguien tenía frio, pero que una vez que lo tomaron fueron en busca de un horizonte distinto, y que cada palabra dicha, cada palabra oida, cada palabra sincera, realmente nunca llegó a serlo, cada lamento proclamado nunca existió, cada verdad fue dicha a medias, cada sonrisa fue dibujada forzadamente y que las lágrimas que uno creía cercanas, eran meramente ilusorias, como la tristeza de un cocodrilo.
Es difícil, siempre lo ha sido, lo es, y seguirá siéndolo. Es difícil, y el peso se hace cada vez más grande, y las palabras de aliento se hacen cada vez más compasivas, y los abrazos se hacen cada vez más fuertes, y cada vez cuesta más, cada vez la cama se hace más cómoda, y las canciones se escuchan de una forma distinta. Es difícil comprender que nada es realmente lo que parece, es difícil entender que para conocer a una persona no basta con creer que la conoces, y a veces es más difícil. Es difícil y cada vez lo es más.
A veces uno se pregunta cuánto dura el color gris, o cuándo dejará de hacerse pequeña la caja que nos rodea, cuándo, simplemente, podremos pasar de todo, podremos dejar que las cosas vayan y vengan sin que nos importen, cuándo dejaremos de ser el personaje secundario de nuestra propia película y pasaremos a ser los protagonistas que siempre hemos querido ser, cuándo dejaremos de vivir en un bucle, en una constante iteración. Pero las preguntas parecen no tener respuesta, la caja se vuelve cada vez más dura, la película parece no tener fin, y todo es igual que siempre.
A veces uno se pregunta si realmente vale la pena. A veces uno se pasa horas pensando, horas escribiendo, cantando, sintiendo que no importa lo que haga, no importa lo que sienta, no importa cuánto crea que se conoce a alguien, que nada importa realmente, porque uno llega a sentir que la mejor forma de vivir es dudando siempre de los zapatos que estás usando, de la hierba que estás pisando, del agua que estás bebiendo, de las manos que estás estrechando, porque cada palabra esconde otras cien que no han sido pronunciadas, cada gesto esconde una serie de pensamientos que no se pueden intuir, y cada abrazo es sólo el resto de un sentimiento que realmente nunca existió. A veces uno se pregunta, cuántas veces más habrá que prender el televisor, ir a trabajar, salir a tomar un trago, echarse en la cama a revisar el e-mail, almorzar, escuchar música, pretendiendo que nada ha pasado, aunque esté pasando.
Es difícil, y mientras más fuerte es el golpe, mayores son las ganas de pasar de él, mientras más hondo es el agujero, más deseos tienes de salir, mientras tus ojos menos pueden soportarlo, más quieres mirar hacia otro lado, y no sabes cómo. Es difícil y quieres que deje de serlo, es inmenso y quieres que acabe de una vez, hiere y quieres curarte, es doloroso y quieres imaginar que todo es un sueño, un mal sueño, uno del que pronto despertarás, pero sigue siendo real y no sabes cuándo terminará.